Entre mis memorias del high school figura una poesía en la clase de literatura, sobre un día a principios de la primavera cuando el mundo era “delicioso como el lodo entre los dedos del pie” y “maravilloso como los charcos”. ¿Tiene usted memorias de ser más pequeño y salir afuera en un día como aquel, y de probar para sí mismo el deleite del lodo en los charcos maravillosos, de modo que tenía que limpiarse con una manguera antes de que los adultos quisieran permitirle volver adentro?
Si es así en su caso, le alegraría saber (tanto como a mí) que para muchas personas de todas partes del mundo que trabajan con niños, el 29 de junio es el Día Internacional del Lodo.
Este día es relativamente nuevo. Nació de una conversación entre educadores que asistieron a un evento patrocinado en el 2009 por World Forum Foundation, que focaliza en el bienestar de niños pequeños en todo el mundo. El Día del Lodo se trata, esencialmente, de darles a los niños (y a los adultos) el permiso de ensuciarse. En realidad, forma parte de un movimiento internacional que se propone animar el juego sucio. Por ejemplo, en los Estados Unidos, se han diseñado patios de recreo que incorporan tales elementos como las rocas y el agua de lagos; y un preescolar nuevo se ha construido en Japón para acumular un gran charco bajo techo con agua de lluvia en que los niños pueden jugar.
Durante mi infancia, era de esperar que nos ensuciáramos bastante al jugar afuera. Pero de algún modo, eso parecía mucho menos típico para cuando empecé a cuidar a mis propios hijos. La suciedad verdadera llegó a ser una ocasión especial en vez de una situación de todos los días. Mi esposo y yo no poníamos reparos a que un poco de tierra y suciedad estuviera presente en los niños… o bien, esta era la teoría. Pero la suciedad lodosa requiere la labor de limpieza. A veces, se gasta más tiempo limpiando que ensuciándose. Y al coordinar múltiples horarios, inclusive el de mi propio trabajo a tiempo parcial, con frecuencia quedaba yo con la idea que no teníamos tiempo para limpiar tanta suciedad. Teníamos lugares que visitar y cosas que hacer. Cosas que requerían que los niños estuvieran limpios.
Sin embargo, un día cuando habíamos llegado a casa para la tarde, mi hijo William, a sus 5 años, se pintó con los dedos de cabeza a pie con tierra mojada. Yo estaba regando el olmo americano antiguo de nuestro patio de atrás para que no sufriera estrés por la sequía que pasábamos. Mi hijo estaba jugando con un columpio que constaba de una llanta suspendida de una raja baja. No crecía casi nada en la tierra bien sombreada que estaba debajo del árbol. Al poco tiempo, William se hallaba “por accidente” metido hasta los tobillos en el espeso lodo que resultaba de mis esfuerzos de jardinería. Luego se sentó en el fango. Inmediatamente rescaté la camiseta del niño y la puse a un lado. Entonces William indicó que le gustaría cubrirse de lodo. Yo titubeaba, pero pensé: “¿Por qué no?” Después de todo, yo tenía la manguera en las manos, así que sería fácil que se enjuagara. No podemos recordar cuánto tiempo mi hijo ocupó jugando absorto y contento en el charco; pero todavía recuerda embadurnar los brazos y el pecho y quedar bien cubierto.
Me parece que William todavía recuerda la experiencia 25 años más tarde, parcialmente porque era muy divertida y satisfaciente, y parcialmente porque le asombraba tener el permiso.
Como sabemos que los niños se sienten inclinados por su naturaleza a hallar el gozo en los charcos y el lodo, ¿qué nos motiva a prohibir esta clase de juego? No todas nuestras negadas son irrazonables; algunas se deben a preocupaciones de corto plazo. “Llevas puestos tus zapatos de vestir”. “Te acabas de bañar”. “No les gustará a tus papás si te dejo hacerlo”. “No tengo ningún modo de limpiarte”. Algunos padres y madres, por la carga económica de reemplazar ropa o zapatos manchados, se sienten renuentes a permitir el juego sucio. Otras preocupaciones, como las bacterias, las sustancias químicas y otros peligros, son válidas en algunas situaciones. Pero la investigación sugiere que el temor de lo que se encuentre en un charco escogido por un niño puede importar más a los adultos que lo que merece.
Por supuesto, los adultos deberán tener en cuenta de dónde viene el lodo. Pero a menos que los niños traten de jugar en una fosa séptica, al lado de una carretera grande o en un área donde se han rociado hace poco químicas agrícolas, podemos relajarnos un poco. Nuestros niños no residen en charcos de lodo. Si no se tragan mucho, si vendamos seguramente cualquier cortadura que hayan tenido antes y si pueden bañarse cuando hayan terminado de jugar, podemos dejar que jueguen allí.
He visto algunas buenas ideas sobre maneras para maestros de aumentar el apoyo entre los padres y madres por el juego sucio en la guardería o el preescolar:
- Enviar a casa información sobre el valor del juego de este tipo
- Anunciar con mucha antelación los días de jugar en el lodo
- Tener a mano algo de ropa usada que los niños pueden ponerse durante cualquier juego sucio. Las garage sales (ventas de garaje) y tiendas de ropa usada son buenas fuentes.
- Mantener disponibles pañuelos de tela, gorros de baño u otras prendas para cubrir la cabeza, repartirlas antes del juego en el lodo y animar a los niños a ponérselas
- Invitar a familiares a participar en el juego de charcos en la escuela
El señalar un rato para el juego sucio, como el Día Internacional del Lodo, parece buena manera de aumentar la conciencia de la comunidad y del mundo sobre las ventajas que los niños reciben por tales experiencias.
Si usted desea averiguar más, podrá mirar cada tanto el sitio Web International Mud Day de World Forum Foundation para buscar eventos y otra información. Por nuestra parte, nosotros ocupamos la mayoría del Día del Lodo de 2015 observando a nuestros nietos y su prima mientras jugaban en la piscina de un motel. Espero que el próximo año –el 29 de junio de 2016– ¡podremos celebrarlo juntos con el lodo!
Para leer sobre una celebración del espíritu del juego sucio al aire libre (o al menos así me parece a mí), lea la poesía entera de e.e. Cummings mencionada en el primer párrafo, y titulada [in Just-].
Jean Mendoza
Jean Mendoza tiene un doctorado en currículo e instrucción y una maestría en educación infantil de de la Universidad de Illinois, y una maestría de artes en psicología de consejería de la Universidad Adler de Chicago. Fue profesora de formación docente de educación infantil en la Universidad Millikin, y trabajó por más de 25 años como maestra, trabajadora social y consejera. Colaboró recientemente con la Profesora Debbie Reese en una adaptación para lectores jóvenes de An Indigenous Peoples’ History of the United States, escrito por Roxanne Dunbar-Ortiz. Desde hace mucho tiempo la Profesora Mendoza se interesa en la literatura infantil, lo que se ve reflejado en sus repasos de libros para niños como los que aparecen en el libro A Broken Flute y en el blog American Indians in Children’s Literature. Jean y su difunto esposo Durango tienen cuatro hijos, ya adultos, y seis nietos. Ella vive en Urbana (Illinois).
Biografía actualizada en 2021
Recursos de IEL
- Lista de recursos: Appreciating the Natural World with Young Children
Recursos en Internet
-
in Just (inglés)
Fuente: Poetry Foundation