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El juego con palos. Tradición de la infancia

Fecha de publicación original:

A child jumping in the mud

Hace poco mi esposo y yo llegamos a nuestra casa en una furgoneta llena de nietos. Ava, de 10 años, se asomó por su ventana y exclamó: “¡Abuelita! ¡Allí está mi palo!” De algún modo, durante los cuatro meses que había transcurrido desde su última visita, un palo de un metro de largo que la niña había reclamado se había migrado a nuestro camino de entrada desde dondequiera que ella lo había dejado… y ahora lo reconoció. Se bajó de la furgoneta de un saltó y agarró su juguete.

El deleite de Ava al reunirse con ese palo me recordaba la descripción del autor Jim Northrup de caminar en el bosque con su nieto de 1 ó 2 años que utilizaba, entre las 200 palabras que conocía, solamente una para describir lo que veía: ¡palo! Había ramas caídas de árboles por doquier en el bosque. El niño probó varios palos antes de hallar uno que le gustaba y que cabía bien en su manita. Dijo el autor que su nieto entonces dibujaba rayas en la nieve con su palo y lo meneaba de un lado a otro como un sable.

Nuestra nieta Ava había realizado un proceso similar de escoger un palo. Tal vez usted pueda recordar cómo era eso en su infancia. Un palo tiene que sentirse y verse adecuado para que un niño pueda escogerlo como juguete. No puede ser muy viejo ni muy seco, porque se quebraría con un chasquido si le pones presión. Si es muy pesado, te cansarás de cargarlo. Un palo muy torcido será difícil de equilibrar si lo usas para construir, y no servirá de espada ni de varita mágica. Por otro lado, si apilas palos para hacer un escondite, el tamaño y la cantidad son de lo más importante. Y ¡no quieres desperdiciar un palo que haría una varita mágica excelente echándolo al montón de palos!

Así que un niño podría alterarse mucho si pasa algo al palo “suyo”. Los adultos tal vez no comprendamos esto: “¡No más es un palo! Que hallarás otro”. Pero el niño sabe que un buen palo no es tan fácil de reemplazar.

Los niños no necesariamente expresan con palabras sus criterios de selección, y con frecuencia parecen utilizar el método de ensayo y error en vez de una estrategia. Ese proceso de encontrar el palo adecuado, sea una ramita o una gran rama caída, puede tener raíces profundas en la historia humana, o hasta en la prehistoria. La National Toy Hall of Fame (Sala de Fama Nacional de los Juguetes) indica que el palo podría ser el juguete más antiguo del hombre. Parece probable que la selección de palos era especialmente cuidadosa cuando se trataba de juegos y deportes folclóricos, como los precursores del béisbol y el lacrosse. La investigación arqueológica también sugiere que los palos se encontraban entre las primeras herramientas y armas de la gente; a lo mejor desarrollaba y comunicaba los criterios sobre lo que hacía apto un palo para cierta tarea en particular.

Esto sugiere que al escoger y utilizar palos, los niños participan en algunos de los mismos descubrimientos sobre la física y la ingeniería que realizaron los primeros humanos al empezar a emplear los palos para diversos propósitos. Si observamos a los niños mientras juegan con palos, vemos que los utilizan para golpetear, pegar, hincar, doblar, quebrar, arrastrar, revolver, derribar, flotar, empujar, raspar, mondar, apilar, amontonar, tirar, equilibrar, torcer y frotar. Muy pocos objetos de juego tienen propiedades físicas que permitan tanta versatilidad.

Sin embargo, también parece que muy pocos juguetes inspiran tanta preocupación en los adultos. Nuestra tendencia a visualizar toda suerte de desastres relacionados con los palos que puedan acaecer a los niños que cuidamos está tan arraigada que Antoinette Portis, autora para niños, la hace un tema central de su libro pictórico Not a Stick. Al principio del libro se escucha una voz obviamente adulta que advierte: “Oye, cuidado con ese palo”. El personaje principal, un conejito, responde: “No es un palo”, y de veras, vemos que el conejo se imagina que el palo es una caña de pescar con que pesca un tiburón. A esto le siguen conversaciones parecidas: —Mira adónde vas con ese palo. —Que no es un palo. El libro le recuerda al lector que los palos tienen una capacidad casi infinita de convertirse en otras cosas en la mente de un niño.

La cualidad versátil, tanto física como simbólica, nos da a los adultos buenas razones para manejar nuestras preocupaciones con la seguridad y dejar que los niños jueguen con palos. Y hay otros motivos también. “El palo” fue introducido en 2008 en National Toy Hall of Fame, junto con la muñequita beba y la patineta. No obstante, a diferencia de estas dos, los palos no cuestan nada. Un niño puede llevarlos consigo a cualquier lugar, hasta bajo techo (dentro de lo razonable, y con algunas normas de conducta). Se puede jugar con un palo en cualquier estación; sirven para catalizar el juego imaginario y el redescubrimiento de algunos conocimientos científicos y técnicos más antiguos de la humanidad.

Es cierto que, como cualquier otra cosa con que se juega, los palos pueden hacer daño si no se manejan apropiadamente. Pero los padres, madres, maestros y abuelos pueden apartar unos momentos para fijar algunos límites para los niños, así como hacemos con otros juguetes; y podemos dar recuerdos y consecuencias lógicas cuando sean necesarios para ayudar a los niños a jugar sin peligro. Mejor aún, tal vez podamos encontrar un palo favorito y unirnos a los niños al construir casas de ratas almizcleras y nidos de pájaros, dibujar en la nieve, hacer rodar aros, tirar cubos de hielo a lo largo de la acera, ir montados en caballos de palo, echar carreras con barcos hechos de palos… o cualquier otra cosa que los niños puedan soñar junto con nosotros.

Jean Mendoza

Jean Mendoza

Jean Mendoza tiene un doctorado en currículo e instrucción y una maestría en educación infantil de de la Universidad de Illinois, y una maestría de artes en psicología de consejería de la Universidad Adler de Chicago. Fue profesora de formación docente de educación infantil en la Universidad Millikin, y trabajó por más de 25 años como maestra, trabajadora social y consejera. Colaboró recientemente con la Profesora Debbie Reese en una adaptación para lectores jóvenes de An Indigenous Peoples’ History of the United States, escrito por Roxanne Dunbar-Ortiz. Desde hace mucho tiempo la Profesora Mendoza se interesa en la literatura infantil, lo que se ve reflejado en sus repasos de libros para niños como los que aparecen en el libro A Broken Flute y en el blog American Indians in Children’s Literature. Jean y su difunto esposo Durango tienen cuatro hijos, ya adultos, y seis nietos. Ella vive en Urbana (Illinois).

Reconocimientos

  • Northrup, Jim. (2012). Rez Salute: The Real Healer Dealer. Golden, CO: Fulcrum.
  • Portis, Antoinette. (2008). Not a Stick. New York: HarperCollins.

Recursos de IEL

Sobre este recurso

Este recurso va dirigido a:
  • Hogares-de-cuidado; Cuidado de niños en familia
  • Centro de cuidado infantil
  • Hogar

Tipo de programa al que el artículo va destinado:
  • Profesores e instructores
  • Padres, madres y familiares

Edad de los niños sobre los que trata el artículo:
Revisado: 2022