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Después de que “pasara algo”. Maneras de responder al trauma en los niños pequeños

Fecha de publicación original:

child and teacher

En una entrada previa en este blog traté varios tipos de experiencias adversas que pueden provocar el estrés extremado y el trauma en la vida de un niño. En la presente entrada analizamos cómo se pueden observar los efectos de dichas experiencias en las aulas de niños pequeños y qué pueden hacer los educadores para ayudar.

Las reacciones de niños pequeños ante el trauma

Una señal común de que haya pasado algo en la vida de un niño pequeño es un cambio repentino en su manera de portarse en la escuela. Como por ejemplo, cuando un niño que ha parecido estar contento la mayoría del tiempo de repente deja de jugar con sus amigos y tiene arrebatos de enojo o llora mucho.

Un niño que ha experimentado el trauma puede hacer las siguientes cosas:

  • parecer estar muy triste durante varias semanas, o llorar sin poder consolarse
  • “encerrarse” en sentido emocional y no experimentar ningún sentimiento aparente
  • retirarse de todas las interacciones
  • tener una dificultad extremada para enfocarse, aun durante actividades que le gustaban anteriormente
  • parecer ansioso, miedoso o siempre muy vigilante
  • retroceder en su desarrollo, por ej. con el habla o el uso del inodoro
  • tener poca paciencia y enojarse fácilmente
  • tener problemas para jugar con otros
  • representar un evento traumático en su juego, quizá con muñecas o títeres, o al dibujar o pintar lo ocurrido
  • dejar de comer
  • decir que el corazón late muy fuerte o que se siente enfermo o tiene náuseas
  • tener pesadillas o problemas para dormirse
  • “volver a vivir” el evento traumático cuando algo se lo recuerda
  • actuar impulsivamente de modo que se lastima a sí mismo o a otros

Algunos niños hablan abiertamente sobre lo que pasó, pero en muchos casos no pueden describir el evento ni cómo se sienten. De hecho, la investigación sugiere que a veces el cerebro de un niño se le bloquea las memorias de una experiencia abrumadora. Puede recordar no más fragmentos, si es que se acuerda algo, y puede ser incapaz de entender claramente lo que pasó.

Varias cosas de la lista anterior también podrían indicar que existen cuestiones de la salud mental infantil. Entonces es muy importante que los educadores y cuidadores tengamos presente que nuestra labor no incluye hacer un diagnóstico, sin proveer espacios e interacciones que ayuden al niño a crecer, sanarse y aprender. (Y por supuesto, si sospechamos que el trauma involucra el maltrato al niño, nuestra labor incluye asegurarnos que se haga un informe al Department of Children and Family Services).

Si documentamos de manera cuidadosa y bien pensada el comportamiento de un niño, podemos compartir nuestras observaciones con la familia para darle apoyo en su búsqueda de ayuda terapéutica. Nuestra documentación también puede guiarnos en el desarrollo de estrategias para trabajar con el niño. Además, se les puede advertir a los administradores del programa que se necesita alguna acción, como contratar al personal adicional si las necesidades del niño requieren a menudo una atención extra del maestro.

El trauma y los factores protectores

El término factores protectores se refiere a las condiciones que pueden reducir los efectos dañinos de un evento potencialmente traumático; o ayudar a un niño a recuperarse del mismo. Varias fuentes de información identifican una gama de factores protectores; algunos son más pertinentes a niños mayores.

Los factores protectores que son especialmente relevantes para los niños de edad preescolar incluyen los siguientes:

  • adultos de confianza con quienes pueden contar (por ej., familiares, maestros, profesionales de la salud mental)
  • lugares en que se sienten seguros y en que su bienestar físico y emocional es el enfoque
  • relaciones que afirman su valor personal, identidad cultural y percepción de integrar al grupo
  • experiencias que aumentan y afirman su aptitud
  • recursos comunitarios como el empleo para los padres, servicios de atención medica y salud mental, programas de apoyo para las familias, parques y patios de recreo

Algunas maneras en que los educadores pueden ayudar

Los consejos específicos sobre qué y cómo hacer no quedan dentro del alcance del presente blog. Más bien, presento varias sugerencias generales que me han resultado útiles.

  • Tener una actitud realista. Mientras yo trabajaba en los servicios de protección infantil, se nos capacitaba para que lleváramos en mente que nuestro papel era específico y regulado según la ley. Sin importar lo mucho que deseáramos salvar a los niños del trauma en sus vidas, no podíamos “rescatarlos” ni arreglar por cuenta propia lo que les había lastimado. Lo que un maestro o cuidador puede ofrecerle a un niño afectado por el trauma es muy diferente de lo que le provee un terapeuta, asistente social, padre o madre, pero un maestro no obstante puede ayudar con el saneamiento. Tengo más que decir sobre esto más abajo.
  • Enfocarse en la empatía. Nuestra comprensión a otros se ve influenciada por nuestras experiencias, así que tal vez no podamos saber por cierto cómo se siente un niño acerca de un evento traumático. Pero podemos tener presente que él o ella hacen lo mejor que pueden para sobrevivir en el presente después de hacer frente a situaciones que podrían abrumar a cualquiera. Aun en los días más difíciles, los niños se merecen saber que los respetamos como a seres humanos con necesidades y limitaciones, y talentos, legítimos.
  • Integrar los factores protectores a su programa. Los ambientes seguros con adultos de confianza que cuidan bien a los niños pueden apoyarlos en su saneamiento del trauma, además de ser beneficiosos para todos los niños. Un currículo que incluya la música, el contar cuentos, la actuación dramática y el movimiento creativo; experiencias de arte auto-dirigidas; y mucho tiempo para jugar con títeres, muñecas y materiales de uso abierto como arcilla o arena pueden ser especialmente provechosos para la percepción de aptitud y auto-eficacia en los niños. También es probable que saquen provecho de actividades destinadas a ayudarlos a reconocer y manejar los sentimientos. Puede ser necesario que el maestro fije algunos límites claros. ¿Golpea repetidamente un niño a un títere o choque carros de juguete uno contra otro, o manifiesta otras señales de angustia en su juego? Podría estar representando un evento traumático en la familia o expresando sus sentimientos sobre ello. A veces se les hace difícil a los maestros dejar que los niños representen en su juego sentimientos intensos y “espantosos”. No somos terapeutas capacitados, y tenemos que cuidar de que nadie sea lastimado y que no se haga ningún daño permanente a los materiales del salón de clases. Pero si un niño percibe que no aprobamos que actúen sus sentimientos dificultosos, pueden dejar de relacionarse con sus entornos. El desarrollo profesional puede ayudarnos a reaccionar eficazmente a los comportamientos desconcertantes o perturbadores.
  • Aprender sobre la enseñanza informada sobre el trauma. Algunas entidades patrocinan programas de desarrollo profesional sobre las clases informadas por el trauma. Entre los maestros que conozco, todos los que han recibido esta capacitación la recomiendan fuertemente. Aun si estas clases no son disponibles, cualquier programa para los niños pequeños puede formar la intención de satisfacer las necesidades de niños que experimentan el trauma y el estrés extremado. NAEYC ofrece dos recursos que son buenos puntos de partida: el artículo en línea Creating Trauma-Sensitive Classrooms y el libro Trauma and Young Children: Teaching Strategies to Support and Empower.

Para hallar más recursos sobre el trauma en los niños pequeños, vea nuestra lista de recursos Childhood Stress and Trauma.

Jean Mendoza

Jean Mendoza

Jean Mendoza tiene un doctorado en currículo e instrucción y una maestría en educación infantil de de la Universidad de Illinois, y una maestría de artes en psicología de consejería de la Universidad Adler de Chicago. Fue profesora de formación docente de educación infantil en la Universidad Millikin, y trabajó por más de 25 años como maestra, trabajadora social y consejera. Colaboró recientemente con la Profesora Debbie Reese en una adaptación para lectores jóvenes de An Indigenous Peoples’ History of the United States, escrito por Roxanne Dunbar-Ortiz. Desde hace mucho tiempo la Profesora Mendoza se interesa en la literatura infantil, lo que se ve reflejado en sus repasos de libros para niños como los que aparecen en el libro A Broken Flute y en el blog American Indians in Children’s Literature. Jean y su difunto esposo Durango tienen cuatro hijos, ya adultos, y seis nietos. Ella vive en Urbana (Illinois).

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Sobre este recurso

Este recurso va dirigido a:
  • Hogares-de-cuidado; Cuidado de niños en familia
  • Centro de cuidado infantil
  • Programa preescolar

Tipo de programa al que el artículo va destinado:
  • Profesores e instructores

Edad de los niños sobre los que trata el artículo:
Revisado: 2022